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Entendiendo el nuevo coronavirus en ecuador

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Escrito por Héctor Villarroel

Columnista

La Universidad San Francisco de Quito (USFQ), una de las instituciones de educación superior más importantes de Ecuador, está haciendo esfuerzos constantes para contribuir a la producción científica para entender mejor la situación de la pandemia de SARS-CoV-2 a través de su Instituto de Microbiología en su programa de Virología bajo la dirección de Christopher Logue.

El Instituto de Microbiología, con apoyo de otras facultades de la USFQ, la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Eugenio Espejo en Quito y el Departamento de Zoología de la Universidad de Oxford, se dio a la tarea de investigar las características del virus que se disemina en Ecuador para comprender mejor sus interacciones con los pacientes en el contexto nacional. Fue de esta manera que el grupo de investigadores liderado por Paúl Cárdenas logró identificar que el virus que circula en Ecuador pertenece a una nueva cepa, diferente a la que se observa en China, Europa y otras regiones.

Belén Prado, investigadora adscrita al Instituto de Microbiología, nos aclara que para llegar a la identificación de esta nueva cepa de SARS-CoV-2, que ha sido llamada hCoV/Ecuador/HEE_01/2020, realizaron un seguimiento histórico del ingreso documentado de la enfermedad al país. Identificaron al paciente como un viajero holandés que se encontraba en el territorio de Ecuador por motivos de turismo cuando presentó síntomas, procedieron a tomar muestras bajo los estándares internacionales de bioseguridad, las cuales fueron procesadas con el uso de biotecnología y se logró obtener la información genética completa del virus, la cual al compararse con el genoma reportado por China permitió identificar las diferencias entre ambas cepas del patógeno.

Con base en las comparaciones efectuadas por los investigadores podemos comprender que las diferencias entre la cepa que se disemina en Ecuador y la primera cepa identificada originaria de Wuhan, China comparten similitudes importantes, perteneciendo al mismo linaje dentro de los subtipos de coronavirus. De esto se desprende que no hay mucha variación entre las formas de infección, pero que sí repercute en la enfermedad ocasionada, lo que puede explicar diferencias en la sintomatología de la COVID-19 diagnosticada en Ecuador frente a aquella observada en otros territorios.

El estudio realizado puntualiza que, dado el potencial mutagénico de los virus, es imposible asegurar que sea la única cepa en circulación en el país, pues cada contexto provocará adaptaciones del virus para mejorar su relación con el hospedador, en este caso el ser humano. En virtud de esto se hace evidente la importancia de continuar haciendo estudios de secuenciamiento genético en las diferentes provincias y localidades del país para determinar qué mutaciones ha sufrido la estructura genética del virus en su paso por Ecuador y, tal como señaló la investigadora, es importante hacer observaciones de este tipo seriadas en el tiempo para tener una medida de la evolución del virus en respuesta a las diferentes medidas adoptadas por los sistemas de salud para mitigar su diseminación.

Para tales fines, esta iniciativa del Instituto de Microbiología es un proyecto en desarrollo que actualmente está procesando otras muestras provenientes de diferentes regiones del país con el fin de recopilar suficiente información genética para contar la historia de la diseminación del virus en Ecuador. Uno de los beneficios más cruciales de este tipo de investigaciones es que permitirá definir los riesgos particulares de regiones o poblaciones específicas. Sin embargo, los investigadores aclararon que el estudio se encuentra todavía en etapas tempranas por lo que no es posible responder a estas preguntas todavía, de manera que deben imperar las recomendaciones sanitarias internacionales para protegerse de la infección de manera individual y colectiva.

Uno de los aportes más cruciales de conocer el genoma viral, y quizá una de sus aplicaciones más importantes, es su impacto en el desarrollo de una vacuna. Según señaló la investigadora, tener la información genética disponible permitirá evaluar el desempeño de los candidatos de vacunas frente a cada cepa conocida del nuevo coronavirus, lo que a su vez permitirá comprobar la efectividad de la misma. Este interés en conocer el patrimonio genético de cada cepa del virus es uno de los desafíos actuales en la carrera para encontrar la inmunización, pero también presenta la oportunidad de entender mejor al virus para diseñar una estrategia apropiada para su control.

A pesar de que los estudios realizados por el Instituto de Microbiología no se basan en observaciones in vitro, la investigadora señala que la evidencia permite corroborar que el virus logra sobrevivir sobre superficies inertes por una cantidad de tiempo que puede variar entre horas y días dependiendo de condiciones ambientales y el tipo de superficie, lo que resalta la importancia de las medidas de protección personal al tener contacto con superficies e incluso al estar al aire libre.

Los investigadores hicieron un llamado a no guiarse por información carente de soporte científico que permita verificar la veracidad de la información, por lo que las recomendaciones en cuanto al manejo de la enfermedad debe venir de profesionales de la salud y estar guiada por evidencia para asegurar su efectividad y minimizar los riesgos a la salud.

La importancia de este tipo de estudios radica en que, a través del conocimiento de la estructura genética del patógeno, se puede realizar el rastreo histórico del virus a través del tiempo y del espacio para comprender mejor la historia de su diseminación. También central en el valor de estas iniciativas es que cada centro que haga observaciones genéticas puede compartir sus hallazgos con la comunidad científica internacional a través de sistemas integrados que permiten a los investigadores tener acceso a datos específicos de cada estudio reportado. Este acervo científico es, tal y como señaló el equipo de investigadores de la USFQ, uno de los recursos más valiosos para contribuir al desarrollo de una vacuna, la cual representa la única solución a largo plazo para la pandemia.

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